La primera versión se realizó con los recursos técnicos que el joven séptimo arte podía ofrecer en su momento. Es de resaltar la técnica del juego de luces y sombras usada por el director de esta versión Friedrich Wilhelm Murnau con el fin de producir el efecto dramático de todas las acciones provocando en el espectador sentimientos de terror y angustia. Como ejemplo, está la escena en la que la garra de Nosferatu aparece en la pared, el vampiro sale del cuadro y su sombra desaparece difuminándose y convirtiéndose en humo. Es inolvidable para la cinematografía mundial la caracterización del actor, Max Schreck como Nosferatu; lánguida y tétrica personificación, una imagen representativa del género de terror.
En “Nosferatu, el fantasma de la noche”, W. Herzog contó con un presupuesto escaso. Sin embargo, esta producción consigue transmitir una sensación de irrealidad fantasmagórica y naturalidad fúnebre. Destacan las imágenes de momias, reales, no de utileria; el castillo de Nosferatu con sus pasillos largos, estrechos y con paredes blancas, produciendo sombras naturales y sepulcrales; destaca la gran cantidad de ratas que ambulan en las calles de la ciudad. Tan magistral y terrorífica es esta producción, que a manera de un “Dios nos proteja” la cinta concluye con el “Sanctus, sanctus” de la misa de Santa Cecilia, obra musical compuesta por Charles Gounod.
Existen muchas producciones cinematográficas sobre Drácula, pero ninguna mejor que “Nosferatu, la sinfonía del horror” (1922) y “Nosferatu, el fantasma de la noche” (1979). Invito al lector a que compre o rente cualquiera de estas dos cintas y la disfrute con la luz… apagada.
